Las aguas termales provienen de las capas subterráneas de la tierra, a mayor temperatura que la superficie y son ricas en varios componentes minerales.
Remoto manantial termal explotado por los Romanos… las aguas del Balneario de Ledesma fueron catalogadas en 1886 por el Reino de España como de interés mineromedicinal. Para que las aguas se consideren como tal, tienen que ser aquellas que formadas en el seno de la tierra, emerjan espontáneamente o mediante captación y que, por sus características físicas y químicas, puedan ejercer efectos terapéuticos. Las aguas mineromedicinales son por ende soluciones naturales, prácticamente imposibles de reproducir artificialmente, con una constancia en su composición y características que deben mantenerse a lo largo del tiempo.
El agua termal proviene del interior de la tierra, lo que le aporta un alto contenido mineral y un incremento de la temperatura. Es por ello que, esta agua tiene unas características físicas y químicas especiales: por su temperatura es hipertermal brota a 46,4ºC, por su composición es sulfurada, bicarbonatada y clorurado sódica.
Por sus propiedades organolépticas es de sabor insípido, tienen olor a huevos podridos y es incolora. En su composición química predominan como sustancias disueltas los aniones cloro (Cl– )y Bicarbonato (CO3H–) y el catión Na+.
El agua minero-medicinal del Balneario de Ledesma ayuda al tratamiento de enfermedades de la piel como la psoriasis, los hongos o la dermatitis. También está indicada para curar heridas y diferentes lesiones en la dermis.
No hace demasiados años, se aisló un microorganismo – en la “Sociedad Internacional de Medicina Hidrológica” – estudiando precisamente lo que se llama “elementos intangibles” de las aguas termales. Un grupo de microorganismos que ayudan al cuerpo humano mejorando el sistema de defensa de la piel frente a todo tipo de agresiones y disminuyendo el proceso de envejecimiento.